NOS INSTALAMOS CON NUESTRA AUTOCARAVANA en las calles de Nueva York y disfrutamos de la hospitalidad de nuestra amiga Paola Aranci
En Nueva York también vive la romana Paola Aranci, amiga de Javier de su época universitaria. Se conocieron en 1997 en Madrid y volverían a reencontrarse 20 años después. Fue como si no hubiese pasado el tiempo.
Hubo un antes y un después del reencuentro con Paola: por su culpa nos quedamos 3 días más de lo previsto en Nueva York. Y es que desde el principio nos abrió su casa a los cuatro. Primero, nos invitó a una estupenda cena en su casa junto a un montón de amigos más. Después, nos ofreció alojamiento durante el tiempo que quisiéramos. Estábamos tan a gusto que habríamos pasado una buena temporada allí. Y es que solo hay una cosa comparable a la simpatía y generosidad de Paola: ¡lo bien que cocina! De hecho, Paola es nada más y nada menos que la chef personal de Bill de Blasio, el Alcalde de Nueva York.
Como esa noche íbamos a cenar en la casa de Paola, en Astoria, decidimos liarnos la manta a la cabeza e ir con la autocaravana a la ciudad, buscar un lugar donde aparcar y pasar allí la noche. Por lo pronto, tardamos casi dos horas en atravesar Brooklyn y llegar hasta Astoria. Las distancias son enormes, los semáforos en rojo abundantes y, por si fuera poco, nos cruzamos con un desfile de moteros por en medio de la ciudad que nos tuvo parados durante casi un cuarto de hora. Jamás habíamos visto tanta moto junta.
Lo que se nos dio bien fue encontrar aparcamiento cerca de la parada de metro de 30 Av, algo que nos pareció extrañísimo, dadas las dimensiones de la autocaravana y lo difícil que se supone que es estacionar en los barrios neoyorquinos. Esa tarde la pasamos paseando por Central Park y el Upper East Side, tranquilos y disfrutando del sol y del buen tiempo.
La cena en casa de Paola fue excepcional. Su apartamento está situado a orillas del East River y en la azotea del edificio preparamos una barbacoa, contemplando los barrios de Manhattan, el Bronx y Harlem al otro lado del río. Además hubo pizzas, focaccias, lasagnas y otras delicias de la cocina italiana hechas en casa. Javier se reencontró también con Enrico (Chicco) a quien no veía desde que vivió en Roma. Fue una noche muy especial.
Cuando terminó la fiesta nos fuimos a dormir a la autocaravana, porque habíamos dejado allí a Lunita y no sabíamos hasta que hora se iba a alargar la velada —al final nos quedamos los últimos, Nahuel incluido. A la mañana siguiente descubrimos una multa en el parabrisas. ¿El motivo? Haber bloqueado una toma de incendio de los bomberos… No había ningún letrero avisando de la prohibición. Se supone que son cosas que tienes que saber, ya que el desconocimiento de la ley no te exime de la culpa. También hay que decir que el Ayuntamiento de Nueva York aún está esperando que paguemos la multa.
Consulta en este enlace cómo y dónde aparcar la autocaravana en Nueva York
Tras dar unas cuantas vueltas para aparcar legalmente ‘la Caracola’, nos fuimos en metro hasta Lower Manhattan. Allí Javier había quedado para comer con Kaya y con Inês, dos ex-compañeros de trabajo, en las oficinas de Google. Esa mañana Itahisa se quedó en la autocaravana con Nahuel, ya que era su primer día de cole y así no perder el ritmo de sus compañeros de clase en España. Después nos reunimos todos en el Chelsea Market, una antigua fábrica de galletas hoy reconvertida en centro gastronómico con pequeños puestos de comida de lo más deliciosa y variopinta. Nahuel, como no podía ser de otra forma, aprovechó para comer sushi.
Desde el mercado ascendimos hasta a High Lane, la antigua vía de tren que recorría el oeste del barrio de Chelsea y que ahora es uno de los paseos más bonitos de Manhattan. High Lane se extiende de norte a sur, a diez metros sobe el suelo, rodeado de plantas y lejos de los ruidos de los coches, ofreciendo una perspectiva distinta de las calles y rascacielos de Nueva York.
Llegamos caminando hasta el MOMA, uno de los museos de arte moderno más importantes del mundo. Las casi tres horas que pasamos entre cuadros de Picasso, Van Gogh, Matisse, Warhol, entre otros, se pasaron volando. Y volando nos pusimos a caminar de nuevo hasta el sur de Manhattan por la 5ª Avenida, cruzándonos con el imponente Flatiron Building, el primer rascacielos con estructura de hierro de Nueva York —fue el edificio más alto del mundo hasta 1909— y llegando hasta el SoHo al atardecer. En West Village aprovechamos para hacernos unas fotos en la casa de Carrie Bradshaw —la protagonista de Sexo en Nueva York— en el 66 de Perry St y pasear por sus calles tranquilas con pequeños restaurantes elegantes abarrotados de gente con pinta de no tener que ir trabajar al día siguiente.
En ninguna ciudad caminamos tanto como en Nueva York, donde Nahuel se portó como un campeón a pesar de recorrer más de doce kilómetros al día de media. Claro que llegando a casa de Paola por la noche a cenar, todo su cansancio acumulado se transformaba en un hambre atroz y en ganas de jugar con Sergio, su hijo, hasta altas horas de la noche.
Nuestro último día lo pasamos al otro lado del East River, entre Astoria y Brooklyn. Atravesamos el barrio de Greenpoint hasta llegar a Williamsburg, donde nos atiborramos de auténtica New York Pizza en Joe’s Pizza —¡deliciosa, barata, muy recomendable!— y de enormes trozos de tarta y café en Martha’s Bakery. Nos encantó Williamsburg de noche y nos volvió a fascinar de día; el más europeo de todos los barrios de Nueva York.
Después de llenar bien la panza, decidimos tomar un taxi para llegar hasta el Dumbo —Down Under Manhattan-Brooklyn Bridge Overpass— el famoso barrio de la película ‘Once Upon a Time in America’, de Sergio Leone. De camino nos cruzamos con un grupo considerable de judíos ortodoxos, con sus vestimentas negras y austeras. Al paso de uno de ellos, alto, flaco y con gafas, Javier murmuró que “aquel se parecía a Mortadelo”. Desafortunado comentario que llegó a los oídos de Nahuel, que se dedicó el resto del viaje en taxi a gritar “¡mira, por allí va un Mortadelo!”, “mamá, dile que pare que le quiero hacer una foto a ese Mortadelo”, “papá, -¿por qué se llaman Mortadelos?”, e Itahisa entre risas diciéndole a Nahuel que esas personas se visten así por su religión, que no van disfrazadas y que Mortadelo era otro. Menos mal que el taxista no entendía español.
En el Dumbo cambiamos a los judíos ortodoxos por turistas orientales —Mortadelos por chinorris, que diría Nahuel— y no hubo forma de hacernos una foto decente bajo el puente de Manhattan sin que una horda de asiáticos —la mayoría también con gafas— se interpusiera en nuestro ideal de foto solitaria y antigua simulando la emblemática foto de la portada de la película. Al final desistimos y nos fuimos a pasear por la bahía del río para disfrutar una última vez de las vistas de Manhattan.
Aunque las mejores vistas las dejamos, sin saberlo, para el final. Y es que algo en lo que no habíamos caído es que para llegar a casa de Paola desde la bahía de Brooklyn hay una alternativa mejor que el metro o el taxi: el ferry que lo conecta con Astoria. Quiso el azar que coincidiera nuestro paseo en barco con el atardecer y el encendido paulatino de las luces de los edificios y las calles de Nueva York. Por el precio de un billete sencillo disfrutamos de la que posiblemente sea una de las mejores atracciones turísticas —sin serlo— de la ciudad.
Y aquí termina nuestra historia sobre Nueva York. Y este post queríamos dedicarselo, como no, a nuestra anfitriona en Astoria, a la mejor cocinera de la ciudad y a la gran amiga que es la super mamá Paola Aranci. ¡Mil gracias por todo, amiga! Alla prossima!!
Nombre del post: «Acampamos con nuestra autocaravana en Nueva York y pasamos unos días con Paola Aranci»
Pernoctas: En casa de Paola
Canción del día: Ellis Island – Mau Mau
Raquel says
¡Qué maravilla de viaje! Y qué suerte tener amigos en todos los rincones del planeta. Deseando leer más!
AMERICARAVANA says
¡Gracias Raquel! Esperamos ponernos al día pronto. Son días muy intensos y apenas sacamos tiempo para ponernos con el blog. Esta semana estaremos más tranquilos y avanzaremos un poco más. ¡Besos desde Sonora, México!
maría jesús says
Hacía mucho que no leía sobrina y sobrinos jajaja me encana leeros y seguir disfrutando junto a vosotros plenamente de ese tan espectacular viaje, os sigo y os deseo desde mi corazón que paséis una feliz entrada y salida de año donde quiera que estéis