DEJAMOS ATRÁS DAKOTA DEL SUR y nos adentramos en Wyoming, visitando cuevas que son parques naturales y una montaña mágica y sagrada para los indios sioux (y para los extraterrestres)
El monumento más famoso de Dakota del Sur es sin duda el monte Rushmore. Si bien no es tan conocido por su nombre, si lo son las cuatro caras de los ex presidentes de EEUU esculpidas en la ladera de la montaña —los más entrados en años se acordarán de la película Superman 2, cuando los villanos cambiaban las caras a golpe de rayo láser. Hasta allí nos dirigimos después de dejar atrás las Badlands. Los rostros de George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt, Abraham Lincoln miden 18 metros de altura y se puede distinguir hasta el detalle de las gafas de Roosevelt desde el mirador en la falda del monte. Visita obligada, aunque tampoco levantó en nosotros el mismo entusiasmo que a los muchos patriotas que venían de peregrinación. En tres cuartos de hora estábamos de vuelta en la carretera rumbo a nuestro siguiente destino.
Algo menos conocido, y bastante más interesante que Mt Rushmore, es que en South Dakota existe el único parque nacional de EEUU que está dentro de una cueva. Se trata de Wind Cave National Park, y allí nos dirigimos a la mañana siguiente tras pernoctar en un camping cerca de Rushmore junto al lago Horse Thief (o lago ladrón de caballos). Ese primer día de otoño se puso a llover, pero nos dio igual porque, total, íbamos a visitar una cueva. ¡Hasta eso lo planificamos bien! (En realidad no planificamos practicamente nada, pero la suerte nos acompaña).
Con casi 200 km de túneles conocidos, esta inmensa cueva toma su nombre del aire que entra y sale de ella en función de la presión atmosférica del exterior. La descubrió un vaquero que fue a apoyar su sombrero en un agujero en la tierra y vio como salía disparado hacia afuera impulsado por el aire. Dispuesto a sorprender a sus compañeros con el truco, les congregó en el mismo agujero para hacer volar su sombrero y dárselas de ilusionista. Lo que ocurrió fue que la cueva se tragó su sombrero, y no tuvo más remedio que entrar a buscarlo ante las risas de los allí presentes. Esto ocurrió en el siglo XIX y dicen que aún no conocen más que un 10% del total de la cueva. La visita guiada es interesante y dura menos de dos horas, en las que se pueden recorrer un par de kilómetros de cueva en compañía de otros turistas. Muy recomendable,especialmente si fuera de la cueva hace un tiempo de perros.
Como seguía lloviendo decidimos visitar otra cueva cercana llamada Jewel Cave. No es tan grande y espectacular como Wind Cave, pero sorprende ver lo diferente que son las formaciones en ambas cuevas estando tan cerca la una de la otra. Cuando salimos dejó por fin de llover y emprendimos rumbo noroeste llegando por fin al estado de Wyoming. ¡Ya podemos decir oficialmente que comenzaba nuestro viaje en la Costa Oeste de EEUU!
La Devils Tower apareció en nuestro camino por casualidad, cuando Itahisa vio su foto en la tienda de souvenirs de Jewel Cave. Cuando llegamos al camping ubicado al pie de la montaña la niebla lo envolvía todo y apenas alcanzábamos a ver los grises cervatillos que nos dieron la bienvenida. Entablamos conversación con nuestro vecino, un chaval de Virginia que adornaba su jeep con una cornamenta de ciervo y otros triunfos de caza. Llevaba viajando un año en compañía de su perra. Nahuel hizo muy buenas migas con él, a pesar de la barrera idiomática. Nos dio buenos consejos, como que nos agenciásemos un spray anti-osos y estuviéramos preparados para el frío en Yellowstone. Nos resultaba difícil pensar en el frío, ya que hace dos días habíamos sufrido un calor abrasador en el desierto de las Badlands.
A la mañana siguiente, la Devils Tower se alzaba imponente ante nosotros, aún cubierta tras restos de niebla. Es una estructura de piedra volcánica que se alza casi 400 metros sobre el suelo y está compuesta por columnas hexagonales de basalto dispuestas caprichosamente. Es una montaña sagrada, venerada por los indígenas del norte de América. Cuenta la leyenda de los indios sioux que unas muchachas de su tribu estaban siendo perseguidas por un oso gigante y escalaron una roca para poder huir. Las chicas rezaron a los espíritus para que las salvasen y la roca creció y creció hasta alzarse en el cielo en forma de montaña. El gran oso, en su intento de alcanzar a las chicas, trató de escalar la montaña pero solo consiguió arañarla con sus garras, dejando esa forma tan característica en su perfil. Para no ser alcanzadas, las muchachas subieron hasta el cielo transformándose en la constelación de las Pléyades.
Hay varias teorías científicas que tratan de explicar el por qué de esta magnífica estructura hexagonal, pero ninguna está totalmente comprobada. Y es que la piedra es mágica, como de otro planeta. No es de extrañar que Spielberg la utilizara como punto de conexión con los extraterrestres en su mítica película de Encuentros en la Tercera Fase. Nosotros la fotografiamos desde todos los ángulos posibles, rodeándola con respeto y admiración —y todo el silencio que permite ir acompañado por un pequeño salvaje de cinco años.
Visitar la Torre del Diablo nos dio hambre, así que paramos a comer en un restaurante familiar perdido en mitad de la carretera. Nos había llamado la atención la especialidad de la casa: la hamburguesa de búfalo. Lo regentaba una pareja de ancianos y tenía todo el encanto de un local al que se le dedica mucho cariño. En la mesa de enfrente había una mujer con cinco niñas, una de ellas casi recién nacida. Intercambiamos un par de frases y la felicitamos por tan linda familia: las pequeñas eran muy rubias, adorables y bastante tranquilas.
Mientras devorábamos nuestra hamburguesa, Itahisa se levantó a ayudar a una de las niñas: uno de sus deditos quedó atrapado en un utensilio de la mesa y estaba intentando liberarlo con bastante dificultad, aunque sin quejarse o dar muestras de dolor. La madre estaba ocupada dando el pecho a su bebé y le resultaba difícil acudir en ayuda de su hijita, así que agradecieron nuestro gesto. No le dimos la menor importancia. El padre apareció más tarde y simplemente nos despedimos cordialmente cuando se marcharon —nosotros nos entretuvimos un rato más dando buena cuenta de nuestro postre a base de helado con galletas.
Nuestra sorpresa llegó al pedir la cuenta. La dueña nos dijo que no teníamos que pagar nada: la familia de la mesa de enfrente nos había invitado a comer. Tardamos en asimilar lo que nos acababa de ocurrir. Preguntamos por ellos y nos dijeron que vivían por la zona. Sus nombres ya no los recordamos, pero nunca olvidaremos ese gesto que tuvieron para con nosotros.
Y así dejamos atrás Devils Tower: entre la magia de la montaña y la gratitud hacia esa familia que nos invitó a la primera hamburguesa de búfalo de nuestra vida.
Nombre del post: «Visitamos Mt Rushmore y Wind Cave en nuestro camino a la imponente Devils Tower, en Wyoming»
Pernoctas: Lago Horse Thief (mapa ), Belle Fourche River Campground (mapa)
Canción del día: Forming the Mountain – John Williams
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Raquel says
Qué bonito que viendo la torre del diablo os encontráseis con una familia de ángeles. Muchas gracias por compartir vuestras andanzas, es un placer leeros.