UNA DE LAS MEJORES COSAS que te pueden pasar mientras viajas es encontrarte con amigos de tu tierra; si esas personas son tan especiales como nuestra amiga Eva y su hijo Alberto, el reencuentro te marca para siempre
Tras un mes viajando por la costa este llegaba por fin el plato fuerte, la ciudad de las ciudades, la capital del mundo… ¡Nueva York! Dejamos atrás Philadelphia, atravesamos casi sin darnos cuenta el estado de New Jersey y Staten Island y, ¡zas!, nos plantamos con nuestra Caracola en el mismísimo Brooklyn.
¿Os imagináis circular triunfantes con nuestra enorme autocaravana por la 5ª Avenida de Manhattan, rodeados de taxis amarillos y rascacielos? Nosotros tampoco, la verdad. Decidimos ser prudentes y reservar lo más parecido a un camping cerca de Nueva York a un precio razonable. A este peculiar campamento situado en un aeropuerto abandonado llamado Floyd Bennet Field a las afueras de Brooklyn, llegamos al caer la tarde.
Nuestra base de operaciones tampoco estaba mal del todo: un autobús nos dejaba en la parada de metro Flatbush Avenue, desde donde comenzaban las líneas 2 y 5 del metro que atravesaban Manhattan y llegaban hasta el Bronx. En menos de una hora estábamos en el corazón de la ciudad, lo cual es relativamente poco tiempo teniendo en cuenta las distancias en la Gran Manzana. Además disfrutamos cada mañana de un luminoso amanecer atlántico.
Nuestra primera aparición en Nueva York fue en pleno Time Square. Al salir de la estación del metro nos vimos envueltos en una maraña de pantallas luminosas, gente con prisa, humo saliendo de las alcantarillas y taxis amarillos haciendo sonar el claxon. Una sensación apabullante, que nos dejó un poco desconcentrados. Subimos por la 7ª Avenida hasta el Rockefeller Center. Mientras Itahisa y Javier miraban al cielo para contemplar la arquitectura art-deco de los rascacielos, Nahuel pegaba la nariz al escaparate de la tienda de Lego, donde obviamente terminamos entrando los tres.
Después de devorar nuestro primer perrito caliente en un puesto callejero, enfilamos por la 5ª Avenida rumbo a Central Park. No sin un poco de morbo, decidimos entrar a tomar un café en la Trump Tower, flanqueada por tipos con metralleta y pasamontañas; todo muy cuqui. Tardamos más de la cuenta en llegar al parque porque Itahisa se detenía cada dos por tres en los escaparates de la 5ª Avenida, haciendo fotos a los maniquíes para “mandárselas a sus amigas”.
Una vez en Central Park, atravesamos las praderas cubiertas de césped y gente ociosa —parando para visitar el mosaico en homenaje a John Lennon en Strawberry Fields—, hasta llegar al Museo de Historia Natural Americana. Habíamos quedado allí con nuestra amiga Eva, su hijo Alberto y Andrea, su novia. Eva es amiga nuestra de Águilas —el pueblo adoptivo de Javier—, en la costa sur de Murcia.
Hay una historia conmovedora detrás de la visita de nuestros amigos de Águilas a Nueva York. Hace tiempo que a Alberto, de 20 años, le diagnosticaron un cáncer. Alberto ha pasado muchos meses luchando contra la enfermedad, hasta que ya no hubo solución posible. Gracias a la generosidad de sus amigos cercanos, consiguieron recaudar fondos para que Alberto pudiera cumplir su sueño de conocer Nueva York, acompañado de su madre y su novia. El destino quiso que nuestras fechas coincidieran y nos encontrásemos allí.
Pasamos un buen rato caminando por Central Park —Nahuel más bien corriendo, con caída en plancha incluida— y tomando una cervecita sentados en el césped con los rascacielos de Manhattan al fondo. Charlamos, nos pusimos al día y nos acordamos de nuestros amigos de Madrid y de Águilas. Después de jugar un rato con Nahuel, les acompañamos paseando hasta el hotel Roosvelt, donde se estaban alojando y fuimos con Eva a hacer unas compras al H&M.
A pesar de que no fueron unos días fáciles para ellos, ya que Alberto estaba delicado de salud, pudieron conocer Nueva York y llevarse un bonito recuerdo. Nosotros tuvimos la suerte de disfrutar de su compañía y ser conscientes una vez más de lo preciosa que es la vida y lo importante que es aprovechar el tiempo al máximo.
Con esa filosofía en mente, esa misma noche decidimos ir a cenar al barrio de Williamsburg, en Brooklyn. Williamsburg aparece en todas las guías como el barrio hipster, aunque a nosotros nos pareció más bien un tranquilo barrio residencial. Aunque era más bien tarde para cenar, encontramos un riquísimo restaurante japonés llamado Mizu, donde nos atiborramos de sushi y demás delicias niponas. Posiblemente esa fue la cena más rica del viaje hasta el momento. Super recomendable.
Nos entretuvimos tomando un café para espabilarnos y tomamos el último metro que nos acercaba al este de Brooklyn, pero nos dejaba más bien lejos de donde estábamos acampados. Cuando llegamos a la última parada éramos los únicos en el vagón. Salimos del metro y el vigilante se nos acercó a preguntarnos si nos habíamos perdido. Fuimos precavidos, ya que nos estaba esperando un Uber a la salida del metro que nos llevó a nuestro viejo aeropuerto —también el taxista se quedó muy extrañado cuando le dijimos hacia dónde íbamos.
SIEMPRE EN EL RECUERDO
Alberto nos dejó el pasado 3 de octubre, sin fuerzas ya para pelear más y con mucha paz interior. La última vez que nos vimos fue en su habitación del hotel Roosvelt. Allí nos despedimos. Esperamos que allá donde estés descansando te hayas llevado un bonito recuerdo de tu viaje a Nueva York. Nosotros nos acordaremos siempre de tu sonrisa.
Este post se lo queremos dedicar a Eva, una luchadora que ha estado siempre al pie del cañón y ha cuidado sin tregua de Alberto hasta el último instante. Te deseamos lo mejor. ¡Te lo mereces, amiga!
Nombre del post: «Nos encontramos con Eva, Alberto y Andrea y Manhattan»
Pernoctas: Floyd Bennet Campground (mapa)
Canción del día: La Aurora de Nueva York – Enrique Morente
21. Recorremos el sur de Manhattan y pedaleamos sobre el East River hasta Brooklyn >>
<< 19. Durmiendo entre camiones en Philadelphia, la ciudad de Rocky Balboa
Alejandro says
Querida Familia, me alegro un montón de que os haya gustado la visita a Nueva York. Como vosotros decís la capital de las capitales!
Ya se que este post lleva unos meses de retraso… y que ya habeis cruzado una quincena de estados hasta Utah. Se acerca el final de vuestra etapa por los Estados Unidos. Pero he esperado a que lo publicaseis porque yo tengo muy buenos recuerdos de esa ciudad.
Estamos encantados de poder seguiros en vivo en directo gracias a la ubicación, al blog y a los WhatsApp. En parte también podemos aprender y disfrutar de las maravillas que estáis visitando. Y aunque os echamos mucho de menos, se hace más llevadero así.
Vuestro amigo Alberto seguro que fue muy feliz compartiendo su viaje con vosotros.
Seguid disfrutado, descubriendo y sed muy felices con Nahuel y Luna.
Muchos besos y abrazos!
Alejandro
Raquel says
Me alegra leeros y veros felices, entre rascacielos o árboles inmensos. Aunque no le conociera me alegro de que Alberto pudiera cumplir su sueño antes de liberarse de este cuerpo y seguir su camino. Os mando un abrazo inmenso y mucho amor.
maría jesús says
Muy emotivo este post, no digo nada porque ya lo habéis dicho y hecho todo, seguir vuestro viaje y seguir disfrutando de lo que la vida nos ofrece porque tenemos toda una vida de ventaja antes de irnos con Alberto y otros tantos, muchos besos y abrazos y no olvidéis que os quiero mazo