ATRAVESAR EEUU de costa a costa requiere cruzar el gran río Mississippi por la Great River Road; nosotros lo hicimos durante un buen tramo hasta alcanzar el desértico parque nacional de Badlands, en Dakota del Sur
El río Mississippi ha marcado la historia de EEUU y define su actual geografía, separando la costa este del país con una frontera natural que lo atraviesa de norte a sur, desde su nacimiento en Minnesota hasta su desembocadura en Nueva Orleans. Una de las grandes vías que permiten seguir el curso del río es la Great River Road, de la que recorrimos un pequeño tramo por los estados de Illinois, Iowa y Missouri. Podemos contar orgullosos que cruzamos con nuestra Caracola las caudalosas aguas del Mississippi, dejando atrás la costa Este y completando nuestro primera mitad del viaje en los Estados Unidos de América.
En el sur de Illinois paramos una mañana a visitar el sitio histórico de Cahokia, que forma parte de la lista de la Unesco World Heritage, aunque salimos un poco decepcionados porque de las ruinas en sí apenas quedan los montículos cubiertos de vegetación y lo único visible de la antigua civilización son las ilustraciones y maquetas que se muestran en el museo adyacente. Si bien fue conmovedor caminar por aquellos prados e imaginar que aquella civilización, su gente y su cultura quedó reducida a muñecos en un museo. El que se observen fábricas desde lo alto de la montaña principal también hace que el lugar pierda bastante encanto.
En nuestro recorrido hasta Dakota del Sur nos detuvimos a dormir en campamentos perdidos en medio de la nada, a compartir la pasión por las geodas y los minerales con una pareja de jubilados, y a perder un dron que se nos fue volando por encima de las ramas de los pinos cuando lo pusimos a volar demasiado alto. Recorrimos cientos de millas de carreteras junto a las calmadas aguas del río, rodeados de eternos campos de frijol y maíz y contemplando las puestas de sol de los últimos días antes del equinoccio de otoño.
Tras atravesar de punta a punta Dakota del Sur —la cual podríamos describir como 200 millas de autopista en línea recta rodeada por campos de maíz— llegamos por fin a nuestro primer parque nacional en la costa Oeste: el Badlands National Park. Al abandonar la Interestatal 90 los cultivos dejaron paso a un árido desierto de arenas rojizas, montañas con formas caprichosas y horizontes polvorientos.
Pero lo que de lejos parecía un desierto yermo y solitario, al acercarnos comenzó a cobrar vida de forma fascinante. Mientras nos adentrábamos en un paisaje lunar, unos animalitos peludos rodearon nuestra autocaravana emitiendo algo parecido a ladridos, pero mucho más agudos y suaves. Por primera vez en nuestra vida vimos perritos de la pradera. Itahisa comenzó a gritar muy emocionada: “¡perritos de la pradera, perritos de la pradera!”, mientras que Javier, con la boca torcida, se puso a buscar en Google si realmente existía un animal que se llamara así. Y efectivamente, estos roedores tan simpáticos se llaman perritos de la pradera (Cynomys, que diría un biólogo). Los perritos se sentaban sobre dos patas y nos miraban con su cara graciosa y regordeta. Algunos ladraban, otros simplemente miraban a un lado y a otro, y los que más comían con sus manitas cerca de la boca como hacen los hamsters —aunque en realidad parecía que se estaban liando un cigarrillo.
Seguimos avanzando y nos topamos una manada de búfalos que pastaba tranquilamente a un lado de la carretera. Y un poco más adelante logramos ver un tejón saliendo de una madriguera. Un fotógrafo que se había detenido a ver el tejón nos dijo que eran animales dificilísimos de ver y además muy agresivos, nos recomendó no acercarnos y que no dejáramos salir a Lunita de la autocaravana.
Llegamos casi al atardecer a la zona de acampada, una explanada circular rodeada de colinas. Hay dos zonas donde acampar en Badlands: uno oficial, de pago, y que apenas ofrece servicios —no hay ni agua—, y el lugar adonde fuimos, de acampada libre. Al anochecer, el campamento parecía una caravana del antiguo oeste cuya tranquilidad se rompía con el aullido de los coyotes que acechaban a nuestro alrededor.
A la mañana siguiente salimos con los primeros rayos del sol para visitar el parque. En vehículo propio es fácil de recorrer siguiendo una carretera circular que circula entre montañas afiladas y escarpadas. Algunas parecen estar pintadas con franjas horizontales rojas y blancas, otras dan la impresión de estar cubiertas de nieve. En las pocas zonas de pasto los búfalos campaban a sus anchas y vimos a un borrego cimarrón con su enorme cornamenta pastando a escasos metros de nuestra autocaravana.
El centro de visitantes es una muy buena opción para escapar del sol abrasador: hay un laboratorio de paleontología, un museo, y una proyección sobre el parque que merece mucho la pena. Tuvimos que esperar al atardecer para poder pasear por el parque, ya que hacía un calor asfixiante y no había sombra donde cobijarse. Si no fuera por algunos arbustos que crecían en la tierra seca se podría decir que estábamos caminando entre las colinas de Marte. Encontramos fósiles pegados a las rocas y tuvimos mucho cuidado para no tropezarnos con ninguna serpiente de cascabel, que por lo visto hay muchas y son peligrosas.
Badlands en inglés significa malas tierras, pero a nosotros solo nos dejaron cosas buenas. Un atardecer de ensueño sobre las colinas retorcidas nos acompañó en nuestra última noche, y las Badlands aún se reservaban una sorpresa más para nosotros… ¡a la mañana siguiente descubrimos que el campamento había sido invadido por los búfalos! Entre machos enormes y crías no más grandes que nuestra perra que no se separaban de sus mamás, habría casi una centena de búfalos a nuestro alrededor. Un par de turistas a los que se les pegaron las sábanas tuvo que esperar un buen rato para poder salir del coche, ya que estaban totalmente rodeados por la manada cuando despertaron. Cuando consiguieron poner un pie en tierra su expresión era una mezcla de susto y de ganas de ir corriendo al baño.
Y así, entre los búfalos, dejaríamos atrás el que sería el primero de muchos parques nacionales que visitaríamos en la costa oeste. Comenzaba el gran otoño americano y nosotros lo íbamos a aprovechar al máximo. Madrugando mucho, eso sí.
Nombre del post: «Cruzamos el Mississippi hasta llegar al Badlands National Park»
Pernoctas: Badlands National Park (mapa)
Canción del día: Buffalo Soldier – Bob Marley & The Wailers
Raquel says
¡Sin duda alguna la entrada que más ganas me ha dado de estar allí! A mí, como a Itahisa, me flipan los perritos de las praderas. ❤️
AMERICARAVANA says
¡Muchas gracias, Raquel!
Nuestra lectora más fiel 🙂
A partir de ahora el blog hablará sobre todo de parques naturales, así que no te pierdas detalle.
¡Un besazo!