ATRAVESAMOS VIRGINIA acampados en el Jefferson National Forest y el Shenandoah National Park y nos cruzamos con algún animalito que otro
Por la mañana recogimos a Nerea, la hermana de Itahisa, en el aeropuerto de Charlotte. Aprovechando nuestro viaje, Nerea se vino de vacaciones a EEUU y pasó una semana en Nueva York y otra semana con con nosotros.
Los imprevistos en Florida retrasaron nuestra ruta por la costa este —pensábamos quedar con Nerea cerca de Nueva York— por lo que tuvimos que encontrarnos con ella en Carolina del Norte. Esto nos dio la oportunidad de recorrer juntos el Shenandoah National Park.

Nerea llegó sin dormir de Nueva York y aprovechó en la autocaravana; los pies son de Nahuelillo, solidarizándose con su tía
Emprendimos rumbo norte cruzando al estado de Virginia, y como el Shenandoah nos pillaba aun lejos, paramos una noche en un remoto camping en el Jefferson National Forest llamado White Rocks Campground. Amanecimos bajo la lluvia y sin nadie más a nuestro alrededor. Cuando paró de llover, recorrimos el Virginia’s Walk, pequeño camino entre la frontera de Virginia y West Virginia —no, no existe East Virginia.
Los carteles anunciando la presencia de osos seguían marcando nuestro camino, así que íbamos con cautela (algunos también con bastante pereza). Este fue el primer paseo de Luna sin correa y lo disfrutó un montón. En los caminos de los parques naturales, o te obligan a llevar al perro atado o directamente te prohíben pasear con ellos. Al no haber resto de civilización alrededor nos dimos todos el gusto. Después de un par de horas de paseo no habíamos visto ni a osos ni a humanos, pero estuvimos caminando por dos estados.
Donde termina la Blue Ridge Parkway (o donde empieza si se va desde el norte) comienza la Skyline Drive, la carretera que recorre el Shenandoah National Park —’shenandoah’ significa ‘hija de las estrellas’. Una vez comenzamos el ascenso al parque, ya anocheciendo, nos envolvió una espesa niebla que no nos dejaba ver más que el serpenteo de la carretera. Tardamos más de una hora en llegar hasta el primer camping llamado Loft Mountain Campground y estacionamos la autocaravana en el primer hueco que vimos libre —no veíamos prácticamente nada más a causa de la incesante niebla.
Por suerte amaneció soleado el día siguiente. Descubrimos que el Shenandoah se extiende a lo largo de una cordillera verde y con unas vistas impresionantes del estado de Virginia por ambos lados. Salimos animados a realizar una caminata con intención de ver unas cascadas que había a unas millas más abajo siguiendo el cauce de un riachuelo, pero vimos cosas que nos sorprendieron mucho más que las cascadas…
Caminábamos alegremente cuando escuchamos ruidos como de golpeo de rocas, y nos pusimos en alerta. De repente vimos como un pequeño oso negro estaba en el arrollo, moviendo los guijarros en busca de comida. Nos acercamos poco a poco y se cruzó por delante de nosotros —menos mal que era un oso negro y no un gato negro, ¡que dan mala suerte!
El oso se perdió en la espesura del bosque y no tuvimos tiempo de compartir nuestra excitación cuando de repente Itahisa y Javier dieron un saltogrito —debería existir esa palabra— hacia atrás cuando una serpiente de casi un metro y medio se les cruzó en el camino. Nada que ver con la culebrilla del día anterior: esta serpiente era tan gruesa como un salami. La verdad es que ella pareció asustarse tanto o más que nosotros, pero el sobresalto no nos lo quitó nadie.
Llegamos por fin a la cascada, que la verdad era poca cosa, y recorrimos el camino inverso contándole a todo aquel que nos cruzábamos que habíamos visto un oso muy orgullosos (nosotros, no el oso).
A pesar de que la caminata se hizo un poco dura mereció mucho la pena. Ah, y un simpático conejito se puso a jugar con nosotros cuando estábamos de regreso al camping —hubiera molado más que fuera el oso el juguetón, pero aún no somos National Geographic.
Esa noche acampamos más al norte del parque, en el Mathews Arm Campground, que abría sus puertas ese mismo día. Mientras preparábamos la hoguera para una suculenta cena a base de salchichas a la brasa, un hombre acampado a nuestro lado nos avisó de que justo detrás de su tienda había visto un oso. Nos acercamos hacia allá en silencio y vimos algo que se camuflaba entre el bosque. Estaba bastante oscuro y pensábamos que no lo veríamos más cuando de repente apareció un gran oso justo enfrente de nosotros. Nos miró durante un instante y luego trepó rápidamente a un árbol con tres ágiles saltos. ¡No nos imaginábamos que un oso pudiera trepar tan bien y tan rápido!
Compartimos nuestras salchichas y unas cervezas con nuestro vecino, que resultó ser un campista experimentado y nos aconsejó sobre la ruta que deberíamos tomar en los meses siguientes. Esa noche dormimos con un ojo cerrado y otro atento por si se colaba en la autocaravana otro oso. O peor aún: otra serpiente gorda como un salami…
Nombre del post: «Se nos ha cruzado un oso negro en el Shenandoah National Park»
Pernoctas: White Rocks Campground (mapa), Loft Mountain Campground (mapa), Mathews Arm Campground (mapa)
Canción del día: Yo soy tu gominola – Gominola
17. Durmiendo debajo de un puente en Washington D.C. >>
<< 15. Recorriendo la Blue Ridge Parkway
Deja una respuesta